4.1 Construir (o validar) la Teoría de Cambio de la intervención
La Teoría de Cambio (TdC) es una herramienta fundamental para comprender cómo una intervención busca generar los resultados esperados. Es una especie de mapa que describe de manera lógica y explícita cómo se espera que las actividades de un programa, proyecto o política conduzcan a los resultados deseados. Para lograr esto, una TdC detalla las conexiones entre acciones, resultados intermedios y objetivos finales, considerando también las condiciones necesarias para el éxito y las hipótesis que sustentan el diseño.
¿Por qué es importante una TdC?
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4.1.1 Elementos de una Teoría de Cambio
4.1.2 Representación gráfica de la TdC
Las TdC se suelen representar con diagramas que muestran estas conexiones de manera visual, lo que facilita su comprensión y uso en conversaciones estratégicas. A grandes rasgos, se suelen considerar los siguientes elementos:
Figura: Componentes de una Teoría de Cambio
Fuente: elaboración propia
4.1.3 Participación y validación
Desde SUMMA, promovemos que las TdC se construyan de manera participativa, involucrando a todos los actores relevantes, incluyendo diseñadores, implementadores y beneficiarios, para captar diversas perspectivas y asegurar que refleje adecuadamente la realidad del programa. Sin embargo, cuando esto no es posible, es crucial al menos validar la TdC con actores clave para asegurarse de que sea precisa y representativa.
4.1.4 Considerar riesgos y resultados no esperados de la intervención
Al desarrollar la Teoría de Cambio (TdC), además de identificar la secuencia lógica de acciones y resultados esperados, también es importante considerar los factores y elementos de contexto que podrían afectar la adecuada implementación de la intervención (riesgos), lo que podría no resultar como se espera u otros efectos, no contemplados, que podrían generarse a partir de la intervención (resultados no esperados).
Una herramienta útil para esto es lo que se denomina “teoría negativa del programa”. Esta consiste en anticipar los motivos por los cuales los pasos causales podrían no cumplirse en la práctica, y por qué el resultado deseado podría no alcanzarse. Este ejercicio de reflexión permite identificar riesgos, debilidades en el diseño y condiciones que podrían obstaculizar el cambio esperado.
En la misma línea de análisis, es fundamental tener en cuenta la posibilidad de que la intervención genere resultados no intencionados, que pueden ser tanto positivos como negativos. Muchas evaluaciones se centran únicamente en los efectos previstos, pero los impactos inesperados pueden ser igual de relevantes, especialmente si perjudican a ciertos grupos o generan consecuencias no deseadas.
Por eso, es recomendable que durante la planificación y el desarrollo de la TdC se utilicen métodos como consultas con actores, revisión de experiencias similares y análisis de contexto, para anticipar este tipo de efectos. Además, durante la evaluación misma, es clave mantener una actitud abierta a lo inesperado y promover el registro y análisis de hallazgos no previstos.
4.1.5 TdC como herramienta viva
Finalmente, una TdC no es solo un punto de partida, sino una herramienta que debe acompañar todo el ciclo de vida de una intervención. Debe revisarse y actualizarse a lo largo del tiempo para incorporar nuevas evidencias y aprendizajes, permitiendo mejorar continuamente tanto el diseño como la implementación del programa.
📚 Recursos recomendados: Para profundizar en la Teoría de Cambio y aprender a construir una, te invitamos a revisar los siguientes recursos: Recurso SUMMA: Otros recursos: Otros recursos de Impacta+
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4.2 Identificar la etapa de desarrollo o “nivel de madurez” de la intervención a evaluar
Resulta importante también identificar el nivel de madurez de la intervención. Este concepto hace referencia a la etapa de desarrollo en la que se encuentra una política, programa o proyecto, y tiene un impacto directo en las preguntas que puede abordar la evaluación, el tipo de evidencia disponible y el enfoque metodológico más adecuado.
Se puede pensar el nivel de madurez en términos generales como un continuo que incluye las siguientes etapas:
Identificar correctamente el nivel de madurez de la intervención permite: formular preguntas de evaluación pertinentes y realistas, seleccionar métodos adecuados y establecer expectativas claras sobre el tipo de resultados que es posible observar en cada etapa de una intervención.
En síntesis, comprender la política, programa o proyecto en su globalidad, implica construir una comprensión profunda de la intervención. Explicitar su lógica a través de una Teoría de Cambio que dé cuenta de los supuestos, mecanismos y condiciones necesarias para lograr los resultados esperados resulta fundamental porque favorece una comprensión común entre los distintos actores involucrados y asegura la coherencia entre los objetivos del programa, sus actividades y los resultados que se buscan alcanzar.
A su vez, conocer el estado de madurez de la intervención orienta qué tipo de preguntas pueden formularse y qué resultados pueden observarse en cada etapa. Finalmente, en la definición del alcance, el análisis de la información disponible es un paso fundamental ya que permite, por un lado, robustecer el diseño de la intervención y, por el otro, aportar claridad sobre áreas de vacancia en términos de aprendizajes y/o resultados.
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