Como se mencionó en el Módulo 4: Diseño de una evaluación no siempre es necesario recolectar datos primarios en el marco de un proceso de evaluación. En dicho caso, un pilotaje no será necesario.
Cuando la recolección de datos primarios sí es necesaria, existen diversas alternativas. Utilizar instrumentos ya validados en otros procesos y/o por otras instituciones es una buena práctica, debido a que ya está probada su confiabilidad y validez, además de que se optimizan los recursos. Ejemplos de estos instrumentos incluyen: cuestionarios de clima escolar, encuestas de satisfacción estudiantil, escalas de autoeficacia docente, escalas psicométricas, pruebas estandarizadas para la medición de aprendizajes, rúbricas para observación de clases o pautas de entrevista que hayan sido desarrollados por organismos de gran prestigio, como UNESCO, BID, UNICEF, OCDE, entre otros, o por otro tipo de instituciones y expertas/os.
En todos los casos, es fundamental revisar si estos instrumentos requieren adaptaciones, considerando posibles ajustes en función de las características específicas de la intervención que se está evaluando, así como de la población y los contextos en los que fueron originalmente aplicados.
En caso de necesitar instrumentos ad hoc, esto es, nuevos y hechos a la medida de la evaluación en curso, es fundamental realizar pruebas piloto para asegurarse de que sean comprensibles y pertinentes para el público al que están dirigidos. El objetivo principal del piloto es evaluar si el instrumento es útil, utiliza un lenguaje adecuado, es claro y que su extensión y formatos son apropiados para las y los participantes, lo que permite reducir errores de medición y, por ende, mejorar la validez y confiabilidad de los resultados.
Al pilotear instrumentos, es fundamental pedir retroalimentación específica a las y los participantes. Se les puede consultar, por ejemplo:
Este tipo de retroalimentación ayuda a identificar áreas de mejora en la redacción, el formato, la duración y la secuencia del instrumento, permitiendo realizar los ajustes necesarios antes de iniciar el trabajo de campo en condiciones reales. Esta etapa es clave para garantizar una recolección de datos eficiente, ética y alineada con los objetivos de la evaluación.
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