Un primer paso en cualquier proceso evaluativo es definir su alcance. Es decir, acotar la evaluación para que sea viable, pertinente y útil, delimitando qué se va a evaluar, por qué se realiza la evaluación, para quién se produce esta información y cómo se utilizarán los resultados. Esta delimitación inicial es esencial para asegurar que el proceso evaluativo responda a las necesidades reales de quienes toman decisiones, optimizando el uso de recursos y maximizando el impacto de los hallazgos.
Sin un alcance claro, las evaluaciones pueden volverse excesivamente amplias, poco prácticas o desconectadas de las necesidades reales de los actores involucrados. Esto no solo incrementa los costos y tiempos, sino que también puede resultar en hallazgos fragmentados o difíciles de interpretar para la toma de decisiones.
Para definir el alcance de una evaluación, debemos tener en consideración lo siguiente:
|
En las siguientes secciones, profundizaremos en cada uno de estos aspectos, ofreciendo un marco práctico y herramientas concretas para definir el alcance de una evaluación de manera efectiva, con especial atención a los desafíos y oportunidades propios de América Latina y el Caribe.
Haz clic en siguiente/next para avanzar ➡️