Síntesis Módulo 3

¿Qué aprendimos en este módulo?

A lo largo de este módulo, abordamos los elementos clave que permiten delimitar el alcance de una evaluación, es decir, el conjunto de decisiones que orientan qué se evaluará, por qué, para qué, en qué momento del ciclo de la intervención, y con qué enfoque metodológico. Definir adecuadamente este alcance es esencial para garantizar la calidad, pertinencia y utilidad de cualquier proceso evaluativo.

En primer lugar, vimos que el punto de partida es definir el propósito de la evaluación, considerando sus distintos posibles fines: rendición de cuentas, mejora continua, aprendizaje institucional o toma de decisiones estratégicas. Este paso permite identificar a los actores clave, sus necesidades de información y las decisiones que esperan sustentar con la evaluación.

En segundo lugar, abordamos la importancia de comprender a fondo la intervención. Esto implica conocer su lógica interna, objetivos, población objetivo, nivel de madurez, y la evidencia existente. Herramientas como la Teoría de Cambio ayudan a mapear cómo se espera que ocurran los cambios, mientras que la revisión de experiencias previas permite reconocer vacíos de información y anticipar riesgos o resultados no previstos. 

Luego, profundizamos en cómo elegir el tipo de evaluación, diseño y métodos más adecuados. Esta elección debe estar directamente conectada con las preguntas de evaluación, los recursos disponibles, el momento en que se aplica y las capacidades del equipo. Revisamos distintos tipos de evaluación (piloto, proceso, impacto, económica), así como enfoques metodológicos (experimentales, cuasi-experimentales y no experimentales).

Finalmente, subrayamos la importancia de planificar la evaluación desde el inicio de la intervención. Esto facilita la integración del proceso evaluativo al diseño e implementación del programa, permite recolectar datos de forma más eficiente y fortalece la toma de decisiones durante todo el ciclo de vida de la intervención.

En resumen, definir el alcance de la evaluación no es solo una tarea técnica: es un proceso estratégico que requiere claridad sobre los propósitos, comprensión profunda de la intervención, diálogo con los actores clave y selección cuidadosa del enfoque metodológico. Cuando este proceso se realiza de forma rigurosa y participativa, aumenta significativamente la probabilidad de que la evaluación contribuya a generar aprendizajes, mejorar intervenciones y fortalecer una cultura de toma de decisiones basada en evidencia.

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